viernes, 14 de diciembre de 2018

EL SUEÑO DE LA NOCHE DE SAN JUAN - CUENTO

                               
En Galicia, era la noche de San Juan... Era de maíz el pan y a todas las esquinas llegaba el olor a sardinas, asadas, y a empanadas, 



que se comían al lado de la hoguera. Lo viejo se quemaba. Se cantaba, se bailaba y la hoguera se saltaba.  
No era una noche cualquiera. Esa 

noche, las brujas de las aldeas, que se suponían malas y feas, se reunirían en los ríos. 
En un río se iba a formar el lío.
Cuatro niños, cuatro valientes, esa noche se iban a pasar de imprudentes.



El jefe de la pandilla, once años tenía y el menor, su hermano, seis, aunque tener siete parecía. Cómo veis, más que una pandilla, era una cuadrilla, pero pensaban que las brujas no eran más que marujas... marujillas, brujas de mentirijillas. 

El río estaba cerca de un árbol frondoso. Era un sitio peligroso,



pero con piedras en los bolsillos, los cuatro pillos, a las brujas iban a esperar  para darles de pedradas hasta sus cabezas cascar. 
Mientras esperaban a que anocheciera, subidos al árbol frondoso, hablaban de sus primaveras. 
-¿Que  tal  María, Andrés, guía  no guía?
-Guía tu madre con tu padre?
-Guía, guía, A veces la oigo cantar: Pachín, pachín, pachín, non sabes o que vin un gato no tellado tocando o violín.




-Como papá y mamá, Andrés, solo que en casa se oyó: Tararí, tararí, tararí, papa Moncho entra en Madri...
El tiempo pasó y la hora llegó.
A las doce de la noche, las brujas fueron llegando. Nada más ver llegar a la primera, ya se estaban cagando y meando, pues en una escoba llegó volando.



Se oía castañear de dientes, cagaditos y meaditos se dieron cuenta de que fueran unos imprudentes. Cuando vieron los rostros de las brujas, todo cambió y la noche se animó.

-Esa es mamá, y aquella es la abuela, Andrés ¿No las ves?
La abuela, dijo:
-¡¡¡Avella, revella !!!
Y se convirtió en una muchacha muy bella.


-¡Qué buena está tu abuela! -dijo Manolito, el Polichinela.
-¡A que te hostio! -le dijo Andrés, parándole los pies.
-Callar que nos van a oír, y lo vamos a sentir. ¡Que razón tenía mi abuelo!-le dijo a Benito, el hermano de Andrés, que lo estaba mirando del revés. 
-¿Tu abuelo? ¿Que decía, agonía?
-Que mi abuela, Manuela, estaba para ponerle una vela.... Lo decía, palabra. ¿Os habéis dado cuenta que estamos hablando y estamos rimando?

Cayó un rayo.



La cosa se iba a complicar por que la madre de Andrés, también se iba a transformar.




-¡La madre qué me trajo al mundo, esto es demasiado!- dijo Andrés, anonadado.
-¡Cómo está la condenada!-dijo Manolito- Le metía el pequeñito...
Una hostia le cayó y Manolito, enmudeció.



Miró Andrés, para su hermano, que era un cielo, pero algo lelo, y vio que se había convertido en un mochuelo.




Los otros niños habían desaparecido. Se habían ido. Andrés, un cuervo se volvió y voló voló y voló...



hasta que en su cama despertó, asustado. Su madre estaba a su lado,
y le dijo al canijo:
-¿Que estabas soñando? Parecía que estabas volando.
-Si te lo digo no me ibas a creer.
-¿Era algo bueno o malo?




-¡No estamos rimando!
-Anda, hijo, duerme y sigue soñando.
La madre, de la habitación salió, a la abuela se encontró,


y este cuento se acabó.

José Enrique Oti García.

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