viernes, 14 de diciembre de 2018

EL RUISEÑOR - CUENTO

Hace unos cuantos años vivió un anciano al que apodaban, El Ruiseñor



Solía engañar hasta a su sombra, pero con él nadie se aburría. 

Una tarde, sentado en un banco de de piedra del parque 


del pueblo. Antes de empezar a hablar con su nieto y conmigo, se tiró  un pedo sonoro, de los que huelen a podrido y que hasta meten miedo, luego, sonriendo, nos dijo:

-Así está mi vida interior,  Ahora os voy a contar algo de mi otra vida, pero antes quiero saber lo listos que sois. Gorrión.  


-Gorrión era mote de su nieto- ¿Sabes cómo son las ideas de las prostitutas?

-¿Caras?  



-No, jodidas. Tú, Jilguero, -jilguero era mi apodo- dime.


¿Qué fueron a buscar a las rebajas tu abuela y tu madre? 

-Acción.




-¡Así de listo debía ser mi nieto! 

Pasaron por delante nuestra dos monjas, 



de las que andaban a pedir para los ancianos del asilo, y dijo:



-Esta va para los dos. ¿Qué parentesco tienen dos monjas que ordeñan una vaca? 
-Bebeto, le dijo:

-¡Voy a acabar encarcelado por tener como abuelo a un degenerado!
Él no la pilló, pero la pillé yo.



-Son hermanas.

-¿Hermanas, de qué?


-De leche. 

-Así es, hermanas de leche. Esto que os voy a contar tiene que quedar entre los tres. Es un secreto, que me hizo lo bastante rico cómo para tener las tierras y las casas que tengo. 

Le prometimos guardar el secreto. Sacó el tabaco y un librillo, y mientras liaba un pitillo, siguió hablando:

-Hace muchos años, yo, era un muchacho, guapo. Decidí ir a Madrid


a buscar fortuna. En bancos de madera tengo dormido, hasta que un hombre, un día, me preguntó si quería trabajar de gigoló. Que me compraría ropas y que haría de mi un seductor, que planta la tenía y me iba a hacer de oro. Yo no sabía de que era el trabajo, pero el hambre me hizo aceptarlo.
Mi primer trabajo fue acostarme con una mujer de 40 años. 


¡Hostia! -dije yo- Fue chulo de putas. 


-No, fui un gigoló. Trabajador de mujeres con dinero. En fin, que meses después, me dice el jefe que tengo que ir al Hotel Palace, que allí me espera una clienta muy especial. Que la tenia que satisfacer, tanto, tanto, que se llegara a ver cómo una chica de 20 años. Que la tenía que dejar nueva. 
Al salir de la oficina, volví a mi pensión. Agarré el maletín. Le puse el candado a la cadena de mi bicicleta y me fui a trabajar, Por cierto ¿Sabéis cómo le llamamos los aldeanos a las prostitutas? 


-Jornaleras. Siga -le dije. 

No le debió sentar bien que acertara...volvía a la carga, cuando 
pasaron otra vez las don monjas


por delante del, banco, y esta vez preguntó, en alto, para que lo oyeran. 



-¿Sabéis cómo se llama la monja más guapa del convento? 


Ahora, sí, ahora acabamos en la cárcel.)  -dijo mi amigo, al ver cómo las monjas se detenían delante del banco, pero la cara del chaval, cambió, cuando una de las monjas,




la de  más edad, sonriendo, le preguntó al Ruiseñor:

-¿Cómo se llama la monja más guapa del convento?



-Sor Tentación -le dijo con una voz de seductor que nunca le oyera. 

Las dos monjas, sonriendo, le pusieron el tarro de las limosnas, delante. Mi amigo, se apresuró a meter 5 pesetas. Yo me puse a mirar las nubes y a silbar, pues estaba cómo hoy, pelado. El Ruiseñor, echó mano a la cartera, sacó 3 billetes de 500 pesetas y se los dio a las monjas. 



No lo besaron por que estaba mal visto. Era mucho dinero, pues un peón, en aquellos tiempos, no llegaba a ganar 500 pesetas al mes.


-¿Por dónde iba? -peguntó el Ruiseñor, 


cuando se fueron las monjas. 



-Le pusiera el candado a la bicicleta -dije yo. 


-Pues, con mi maletín en la mano, llamé a la puerta de la habitación. Me abrió una mujer de entre 95 y 100 años. Llevaba un antifaz y estaba cubierta sólo con una toalla. Guapa, guapa, no era. Sonriendo, me dijo que entrara en la habitación. Entré. Puse el maletín encima de la mesita de noche. Lo abrí y le dije que se desnudara. Trabajo no le costó. Se quito la toalla y... ¿Sabéis cuál es el pedo más escandaloso?  



-¡¡No!! -respondimos al unísono. 


-El pedo más escandaloso es el que no hace ruido. ¿Por dónde iba?Ah, sí, se quitó la toalla y vi lo normal en una mujer de su  edad. arrugas y más arrugas.Y yo tenía que dejarla nueva...Nervioso, le dije que se pusiera a 44 patas, que la iba a inflar. Me preguntó que si la iba a inflar a besos y si no sería a 4 patas, y yo le dije que se pusiera cómo quisiera... Al verme con la herramienta en la mano, me pregunto:


-"¿Crees que con eso que tienes en la mano me dejarás satisfecha?" 
-¿Sabéis qué era lo que tenía en la mano? 



.¡¡La polla!!  -exclamé, 

-No, el bombín de mi bicicleta.

Nos había engañado, una vez más, pero daba gusto ser engañado por el Ruiseñor. 

José Enrique Oti García.







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